martes, 28 de marzo de 2023

John N Gray



 Freud escribió a una de sus pacientes: «No dudo que para el destino sería más fácil que para mí curarla, pero ya se convencerá usted de que adelantamos mucho si conseguimos transformar su tristeza histérica en un infortunio corriente. Una vez restaurada su vida interior, tendrá usted más armas para luchar contra esa infelicidad». Para Freud, la búsqueda de la felicidad nos distrae del hecho de vivir. Sería mejor ponerse algo diferente como objetivo, un tipo de vida en el que uno no necesitara una ilusión de satisfacción para considerar el hecho de ser humano una experiencia interesante y que merece la pena vivir. Según el credo contemporáneo, la plenitud sólo puede encontrarse siendo la persona que uno realmente quiere ser. En cada uno de nosotros hay posibilidades únicas que esperan ser desarrolladas. Para nuestra desgracia, la mayor parte de estas posibilidades terminan en frustración, razón por la que a  mucha gente le ahoga su vida: han perdido la oportunidad de ser ellos mismos. ¿Pero saben acaso quién es la persona que quieren ser? Si llegaran a ser esa persona, ¿serían entonces «felices»? En la práctica sólo alguien que estuviera crónicamente triste basaría su vida en una especulación tan disparatada. Lo que en realidad ocurre es que la mayoría de la gente pasa su vida en un estado de prometedora agitación. Encuentran sentido en el sufrimiento que conlleva la lucha por la felicidad. En su huida del vacío, no hay nada a lo que la humanidad moderna esté tan apegada como a este estado de tristeza feliz. La idea de la realización personal debe mucho al movimiento romántico. Para los románticos, la originalidad era el logro supremo. Al crear nuevas formas, el artista era como un dios. Los poemas y los cuadros de los artistas románticos no eran variaciones sobre temas tradicionales. Estaban hechos para ser algo nuevo en el mundo y pronto comenzó a pensarse que cada vida humana podía ser original de esta misma manera. Sólo buscando y llegando a ser su yo verdadero podía uno ser feliz. Para Freud no había ningún yo verdadero que encontrar. La mente era un caos y la tarea de la razón consistía en poner orden sobre ella.

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