domingo, 13 de noviembre de 2022

Georges Lefebvre



 En tiempos de escasez, el hambre provocaba también motines que a su vez suscitaban o fortificaban el pánico. El pueblo nunca admitió que la naturaleza fuera la única responsable de su miseria. ¿Por qué en los años buenos no se había hecho acopio de trigo? Porque los ricos, propietarios, y arrendatarios, en connivencia con los comerciantes y en complicidad con los ministros y demás funcionarios del rey —siempre favorables a los poderosos— hablan exportado los excedentes para venderlos en el exterior a mejor precio. Cuando se les explicaba que era necesario que el pan fuera caro para fomentar el cultivo del trigo, y que de este modo él no tendría que sufrir escasez y todo mejoraría para todos, el pobre se encogía de hombros. Si el interés general exigía un sacrificio, ¿por qué había de realizarlo él sólo? Por el contrario, esta política que agravaba su miseria aumentaba la riqueza de los demás. ¿Entonces el progreso sólo se conseguía a expensas de los miserables? En el siglo XVIII nadie se incomodaba por decirlo, y todavía hoy muchos lo piensan sin confesarlo, pero los pobres nunca querrán creerlo. En 1789 repetían que ni ellos ni sus hijos debían morir de hambre; si el gobierno consideraba adecuado aumentar el precio del pan, también debía aumentar los salarios u obligar a les ricos a que alimentaran a los pobres. Si así no fuera tomarían justicia por su mano y se vengarían.


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