lunes, 2 de mayo de 2022

 Un sultán soñó que había perdido todos los dientes; cuando despertó mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño. «¡Qué desgracia mi señor!», exclamó el sabio. «Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad». «¡Qué insolencia!», gritó el sultán enfurecido. «¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? Fuera de aquí». Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. Más tarde pidió que trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Éste, después de escuchar al sultán con atención, le dijo: «Excelso señor, gran felicidad os ha sido reservada; el sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes». El semblante del sultán se iluminó con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando el segundo sabio salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: «No es posible, la interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio, no entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro». «Recuerda bien, amigo mío», respondió el segundo sabio, «que en el decir todo depende de la forma: uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse; de la comunicación depende muchas veces la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra».

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