viernes, 15 de octubre de 2021

 Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin —dijo—, pero debe aceptar responsabili­ad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin' tener dudas ni remordimientos acerca de ellas. Me examinó. No supe qué decir. Finalmente aventuré una opinión, casi una protesta. —|Eso es una imposibilidad! —dije. Me preguntó por qué y dije que acaso, idealmente, eso era lo que todos pensaban que debían hacer. En la práctica, sin embargo, no había manera de evitar la duda y el remordimiento. —Claro que hay manera —repuso con convicción. —Mírame a mí —dijo—. Yo no tengo duda ni re­ mordimiento. Todo cuanto hago es mi decisión y mi responsabilidad. La cosa más simple que haga, llevarte a caminar en el desierto, por ejemplo, puede muy bien significar mi muerte. La muerte me acecha. Por eso, no tengo lugar para dudas ni remordimien­tos. Si tengo que morir como resultado de sacarte a caminar, entonces debo morir. “Tú, en cambio, te sientes inmortal, y las decisio­nes de un inmortal pueden cancelarse o lamentarse o dudarse. En un mundo donde la muerte es el cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas, amigo mío. Sólo hay tiempo para decisiones.”

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