miércoles, 13 de octubre de 2021

 Lo que es urgente y apremiante que reconozcamos, cada uno de nosotros en particular, es que cada vez que nos desviamos de nuestra naturaleza específica, cada atentado contra nuestra propia naturaleza individual, cada acto malo, se graban sin excepción en nuestro inconsciente y hacen que nos despreciemos a nosotros mismos. Karen Horney utilizaba un término acertado para designar esta función perceptora y recordatoria del inconsciente: decía ella que el inconsciente lo «registra» para nuestro descrédito; y, si hacemos algo honesto, notable o bueno, el inconsciente lo «registra» para honra nuestra. El resultado final del proceso es de signo positivo o negativo: o bien nos respetamos y aceptamos a nosotros mismos o bien nos despreciamos y nos sentimos miserables, indignos y repulsivos. Los teólogos acostumbraban a emplear la palabra acidia para describir el pecado de quien no hace con su vida aquello que sabe que podría realizar

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