viernes, 24 de febrero de 2023

Alvaro Neil



Yo he visto niños en África que iban a la escuela con una silla porque no había sillas en la escuela. He visto niños que llevaban agua. Porque no había en los baños agua y tenían que usarla cuando iban al servicio. Esos niños aprenden que una silla… ¡Wow! Es un bien importante. Que el agua es un valor escaso. He visto niños en Pakistán que volvían de la escuela con una caja de zapatos. Y digo: «¿Y eso?». Porque una vez al año les daban un par de zapatos. Curiosamente, al día siguiente los vi, y volvían a la escuela con los zapatos, sin la caja. Pero no los llevaban puestos, los llevaban en la mano. Cuando entraban a la escuela, se los ponían. No querían desgastarlos en el camino hasta la escuela. Pero querían que sus amigos les vieran con los zapatos nuevos. Y al salir de clase se los quitaban porque así les duraban más. Ellos tenían un par de zapatos. Esos chicos yo creo que han aprendido verdaderamente lo que es la vida. Han aprendido el valor de las cosas. El exceso es tan malo como la carencia. Tener mucho es un problema. Imagínate que te levantas por la mañana y tienes 800.000 zapatos que ponerte. ¡Vaya dolor de cabeza! ¿Qué me pongo hoy? Y yo, durante muchos años, era: «¡Son esos, si es que no hay más!». Perdía 0,5 segundos en elegir lo que me ponía. Yo creo que los chicos aprenden en función del país en el que están. Y cuanto más humilde económicamente es el país, más fácil tienen aprender ciertas cosas que son imprescindibles para la vida, como el valor de una silla o el valor del agua.

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