¿Pero quién debe ser castigado?
Bueno, por ejemplo, el médico que autoriza la hospitalización: no sé si se acuerda del famoso pedazo de papel del cual hablo en Delirio. Mire, francamente, soy una buena cristiana, pero no me pasaría por la mente decirle: «Venga a misa los domingos». Me reservo de contarle mis hábitos, guardo para mí mi opinión, no quiero, en absoluto, influenciar a nadie.
Me decía que usted aún vive para la poesía…
No, todo menos eso. Yo diría que la poesía es la vida y la vida es poesía. Es necesario, sobre todo, vivir, estar entre la gente, tener contacto con las personas que nos interesan, ir a ver una buena película; de otra manera, se hablará sólo de uno mismo. Entonces se habla en vano, se cuentan chismes, ¿no? El poeta debe tener los medios para poder salir, convivir con otra gente, ir al cine, distraerse de la poesía; si no, la vida es una obsesión. Y la poesía es una figura real, no una leyenda. Pero hoy, en Italia, nadie se ayuda, nadie tiene consideración. Ahora la gente tiene una voluntad de vivir sin restricciones, tan descontroladamente que se pierde el conocimiento de la realidad. El poeta permanece, es el centinela que vigila. Muchas veces tengo la sensación de que la narrativa, la literatura puede ser, en cualquier forma, manipulada, mientras que la poesía representa un modo de ser más profundo, incorruptible, incontaminable.
https://liberoamerica.com/2017/09/02/alda-merini-la-poesia-conoce-de-antemano-su-propia-eternidad/
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