viernes, 4 de abril de 2025

 Hay muchos autores romanos a quienes ahora veneramos como clásicos por derecho propio: Apuleyo en la novela; Catulo, Virgilio, Horacio, Ovidio y Marcial en la poesía; Terencio, Séneca y Plauto en el teatro; Cicerón, Salustio, Plinio y Tácito en la historia. Cada uno de estos autores consiguió, de algún modo, superar a sus predecesores griegos. Pero pese a lo instructivos y entretenidos que puedan ser, sus obras no constituyen las innovaciones intelectuales más importantes del mundo romano. En lo que se refiere a nuestras vidas cotidianas, las dos ideas más valiosas de Roma son el republicanismo, o democracia representativa, y el derecho. La democracia directa, como hemos visto, fue una invención griega, pero debemos reconocer que tal modelo no cuenta con imitadores en el mundo moderno, mientras que la democracia representativa se ha incorporado a las constituciones de las distintas repúblicas que empezaron a surgir desde el siglo XVIII y que hoy se extienden desde Argentina hasta Rusia y Estados Unidos de América. En la antigua Roma, la política era acordada por el senado y era puesta en práctica por los magistrados con imperium, una noción especialmente romana.[895] Los antiguos reyes, y después la aristocracia, y después los magistrados, tenían todos imperium, «un concepto clave que designa el derecho reconocido a dar órdenes a quienes tenían un estatus inferior y a esperar ser obedecido… Este poder nunca estuvo bien definido y era demasiado amplio y arbitrario. Desde el principio, un modo fundamental de expresar este imperium era imponer mediante la guerra la autoridad de quien lo tenía y la de Roma en las comunidades vecinas que, se consideraba, lo desafiaban». La conquista fue un elemento integral de la idea que los romanos tenían sobre sí mismos.

Peter Watson 

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