lunes, 24 de marzo de 2025

 Sabemos que en el antiguo Egipto «abundaban» los doctores, aunque en aquellos tiempos ser médico era fundamentalmente una ocupación teórica (el término técnico era iatrosofista). Esto quiere decir que los médicos tenían muchas teorías sobre cuáles eran las causas de las enfermedades y qué tratamientos eran los más efectivos, pero no realizaban ningún experimento para someter a prueba estas teorías. Era una idea que hasta el momento no se le había ocurrido a nadie. Sin embargo, parece que en Alejandría, al iniciar el siglo III a. C., se permitió que, al menos, dos médicos, Herófilo y Erasístrato, realizaran autopsias a los cuerpos de los criminales, suministrados «de la prisión por el rey». La noticia de los experimentos conmocionó a muchos ciudadanos, pero las disecciones condujeron a tantísimos descubrimientos que «la lengua griega simplemente era incapaz de darle nombre a todos».[809] Ambos deben muchísimo a Aristóteles, el hombre que, junto a los estoicos, había conseguido la secularización del cuerpo, la idea de que las «cosas» son «moralmente indiferentes».[810]Herófilo realizó dos avances. El primero fue establecer, en un contexto médico, la cultura de lo pequeño, una valoración de las estructuras más pequeñas del cuerpo. Descubrió la existencia de los nervios, y distinguió con acierto entre nervios motores y sensores, de los ventrículos del cerebro, de la córnea y la retina en el ojo; hizo la primera descripción precisa del hígado, la primera investigación del páncreas, de los ovarios, de las trompas de Falopio y de la matriz, y en el proceso desmitificó el útero y la idea de que en las histéricas éste, de algún modo, se había movido.[811] Su segundo logro fue la matematización del cuerpo, al advertir que había etapas en el desarrollo del embrión, que ciertos malestares eran periódicos (como las fiebres) y proponer una teoría cuantitativa del pulso. Éste, sostenía, variaba según las etapas de la vida, cada una de las cuales tenía su propia «música» o ritmo característico. En primer lugar estaba el pulso pírrico de la infancia (UU), luego el pulso trocaico de la adolescencia (—U), a continuación el espondaico de la madurez (- -) y por último el ritmo yámbico de la vejez (U—). Diseñó una clepsidra portátil para medir el pulso de sus pacientes.[812] Además advirtió cierta geometría de las heridas: las heridas redondas cicatrizan más lentamente que las otras.

Peter Watson 

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