La simple alegría de vivir circula con tal intensidad por las venas de Walt Whitman que anula la posibilidad de cualquier otra clase de sentimiento. ¡Aspirar el aire, qué delicioso! ¡Hablar—andar—asir cualquier cosa! ¡Disponerme para el sueño, para el lecho, para contemplar mi carne rosada! -! ¡Ser este Dios increíble que soy! ] ¡Oh, espiritualidad de las cosas! Yo también canto al sol cuando sale a mediodía o, como ahora, cuando se pone, Yo también me estremezco con el cerebro y con la belleza de la tierra y de todo lo que crece en la tierra, Yo canto, hasta el fin, las igualdades modernas o antiguas, Yo canto los finales infinitos de las cosas, Digo que continúa la Naturaleza, y que continúa la gloria, Yo canto mis alabanzas con voz eléctrica, Pues no veo ni una sola imperfección en el universo, Y no veo, en fin, ni una sola causa o resultado lamentable en el universo.
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