lunes, 13 de mayo de 2024

 


A las puertas del misterio hay cierto horror sagrado; aquellos oscuros caminos estaban allí abiertos, pero alguna cosa os grita, pasajeros de la vida, para que no entréis allí. ¡Desgraciados aquellos que penetran! Los genios, en las inauditas profundidades de la abstracción y de la especulación pura, situados, por así decirlo, por encima de los dogmas, proponen sus ideas a Dios. Su plegaria ofrece audazmente la discusión. Su adoración interroga. Ésta es la religión directa, llena de ansiedad y de responsabilidad para quien trata de seguir sus escarpados senderos.

 La meditación humana no tiene límites. A su costa y riesgo, analiza y profundiza su propio deslumbramiento. Casi podría decirse que, por una especie de reacción espléndida, deslumbra con él a la Naturaleza. El misterioso mundo que nos rodea devuelve lo que recibe, y es probable que los contempladores sean contemplados. Sea como fuere, hay sobre la tierra hombres — ¿son hombres? — que perciben distintamente, al extremo de los horizontes de la meditación, de las alturas de lo absoluto, que tienen la terrible visión de la montaña infinita. Monseñor Bienvenu no era de estos hombres; monseñor Bienvenu no era un genio. Hubiera tenido, en tal caso, esas sublimes concepciones, desde donde algunos, muy grandes, como Pascal y Swedenborg, han caído en la demencia. Es verdad que estos poderosos sueños tienen su utilidad moral, y que por estas arduas rutas se acercan a la perfección ideal.

Victor Hugo

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