viernes, 1 de marzo de 2024

Ha Joon Chang

 La mayor parte de lo que ocurre en la economía mundial está determinada por los países ricos, sin siquiera pretenderlo. Ostentan el 80% de la producción mundial, llevan a cabo el 70% del comercio internacional y efectúan entre el 70% y el 90% (dependiendo del año) de todas las inversiones extranjeras directas. Esto significa que sus políticas nacionales pueden influir muchísimo en la economía mundial. Pero más importante que su peso es el interés de los países ricos por utilizar ese peso en el trazado de las reglas de la economía mundial. Por ejemplo, las naciones desarrolladas inducen a las más pobres a adoptar políticas concretas imponiéndolas como condición para su ayuda extranjera u ofreciéndoles acuerdos comerciales preferentes a cambio de "buen comportamiento" (adopción de medidas neoliberales). Incluso más importantes a la hora de trazar opciones para los países subdesarrollados son, sin embargo, lo que yo llamo la "Impía Trinidad" de organizaciones multilaterales, a saber, el FMI, el Banco Mundial y la OMC (Organización Mundial del Comercio). Si bien no son títeres de los países ricos, la Impía Trinidad está básicamente controlada por estos, por lo que conciben y ponen en práctica políticas de mal samaritano que esos países quieren.

Y por si todo esto fuera poco, las naciones ricas malas samaritanas suelen exigir, como condición para su contribución financiera a los paquetes del FMI, que el país prestatario sea obligado a adoptar políticas que tienen poco que ver con arreglar su economía pero que sirven los intereses de los países ricos que prestan el dinero. Por ejemplo, al ver el acuerdo de 1997 que Corea suscribió con el FMI, un observador indignado comentó: "Varios puntos del plan del FMI son repeticiones de las políticas que Japón y Estados Unidos han tratado de hacer adoptar a Corea desde hace tiempo. Entre ellos figuran acelerar las [...] reducciones de barreras arancelarias a productos japoneses concretos y abrir los mercados de capitales para que los inversores extranjeros puedan tener la propiedad mayoritaria de empresas coreanas, meterse en adquisiciones hostiles [...] y ampliar la participación directa en banca y otros servicios financieros. Aunque la mayor competencia de importaciones manufactureras y más propiedad extranjera podrían [...] ayudar a la economía coreana, los coreanos y otros lo consideraron [...] como un abuso de poder del FMI forzar a Corea en una época de debilidad a aceptar políticas comerciales y de inversión que había rechazado anteriormente".19 Quien dijo esto no era un anarquista anticapitalista sino Martin Feldstein, el economista conservador de Harvard que fue el principal asesor económico de Ronald Reagan en la década de 1980.

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