En 1900 París era una ciudad llena de talentos. Había setenta diarios, trescientas cincuenta mil farolas y acababa de publicarse la primera guía Michelin. Allí vivía Alfred Jarry, autor de Ubu rey, una grotesca parodia del teatro de Shakespeare en la que un soberano gordo, semejante a un títere, intenta apoderarse de Polonia mediante el asesinato de masas. La obra impresionó al mismísimo W. B. Yeats, que asistió al estreno. También vivían allí Marie Curie, investigando sobre la radiactividad, Stéphane Mallarmé, poeta simbolista, y Claude Debussy con su «música impresionista». La ciudad era el hogar de Erik Satie y sus composiciones de piano «atonalmente arriesgadas». James Whistler y Oscar Wilde residían allí como exiliados, si bien el último murió ese mismo año. También era la ciudad de Émile Zola y el asunto Dreyfus, y alojaba a Auguste y Louis Lumière, que después de ofrecer al mundo el primer espectáculo comercial de cine en Lyon en 1895, habían trasladado a la capital su loco invento. Henri de Toulouse-Lautrec se había convertido en uno más de los elementos característicos del Moulin Rouge; lo mismo sucedía a Sarah Bernhardt en el teatro que llevaba su nombre, donde interpretaba el papel www.lectulandia.com - Página 37 principal de Hamlet vestida de hombre. París era también la ciudad de Gertrude Stein, Maurice Maeterlinck, Guillaume Apollinaire, Isadora Duncan y Henri Bergson. Al estudiar este período, Roger Shattuck, historiador de Harvard, lo llama «los Años de Banquetes», porque la capital francesa se hallaba inmersa con gran entusiasmo en la celebración de los placeres de la vida.
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