jueves, 5 de octubre de 2023

James Clear

 En 1993, un banco en Abbotsford, Canadá, contrató a un corredor de bolsa llamado Trent Dyrsmid. Abbotsford era un suburbio relativamente pequeño, escondido a la sombra del cercano Vancouver, donde la mayoría de los grandes negocios se realizaban. Dado el lugar donde se encontraba el banco y el hecho de que Dyrsmid era un novato, nadie esperaba realmente mucho de él. Pero él tuvo un enérgico avance gracias a un simple hábito diario. Dyrsmid empezaba cada mañana con dos tazas colocadas sobre su escritorio. Una estaba llena con 120 clips. La otra estaba vacía. Tan pronto como llegaba a su lugar, hacía una llamada de ventas. Inmediatamente después, pasaba un clip de la taza llena a la taza vacía y el proceso comenzaba de nuevo. —Cada mañana empezaba con 120 clips en una taza y marcaba el teléfono hasta que los había movido todos a la segunda taza vacía —me contó.  En el transcurso de 18 meses, Dyrsmid estaba ingresando ya 5 millones de dólares a la firma para la que trabajaba. Para cuando cumplió 24 años estaba ganando 75 000 dólares anuales —el equivalente a 125 000 dólares del día de hoy—. No mucho tiempo después, obtuvo un empleo millonario en otra compañía

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