Chuang Tzu, el más destacado discípulo de Lao Tzu, una vez soñó que era una mariposa. Cuando despertó, se preguntó si ahora no sería una mariposa soñando que era Chuang Tzu. Nadie pudo robarle ese sueño, tampoco, y así Chuang Tzu vivió feliz y contento hasta el fin de sus días. Las mariposas son seres hermosos pero distan mucho de estar seguras. Tienen una vida corta y plagada de peligros. Basta con algo tan nimio como unas gotas de lluvia o una ráfaga de viento para sentenciarlas a muerte. Por no hablar de los pájaros, los murciélagos, las hormigas y los gatos que las ven como comida rápida. Las mariposas parecen frágiles y vulnerables, revoloteando de acá para allá con sus sutiles alas entre miríadas de riesgos. Sin embargo, las mariposas monarca migran seis mil kilómetros —desde Canadá hasta una recóndita zona del sur de México— para reproducirse. Lo consiguen sin la menor garantía de seguridad. ¿Cómo así? Porque las sostiene el Camino. Tú también puedes hacerlo. Sueña que eres una mariposa. Y cuando la mariposa duerma, deja que sueñe que es tú alcanzando tu meta en la vida. Mientras tú y la mariposa estéis soñando, el Tao te acercará a tu destino. Cuando ambos despertéis, comprobarás que esto es cierto. Si las mariposas buscaran seguridad, no llegarían a México ni soñarían que son Chuang Tzu. Si buscas seguridad, podrías perderte las magníficas oportunidades que surgen —gracias al Tao— de la propia inseguridad.
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