jueves, 16 de marzo de 2023

Rafael Santandreu

 Lanza del Vasto fue un joven que vivió en Francia durante el período previo a la Segunda Guerra Mundial. Se declaraba cristiano y gandhiano, practicante de la no violencia, compositor de música clásica, escritor e intelectual global. Y durante un año de su juventud decidió vivir en la pobreza. No pensaba trabajar ni ganar dinero en absoluto; subsistiría de la beneficencia, de la generosidad de sus amigos y de los restos que desperdicia el opulento mundo. Su experimento resultó un éxito. Fue feliz y creativamente fértil. Y al cabo de dos años dio por finalizada la experiencia para iniciar otra: un viaje a la India para conocer a su admirado Gandhi. Más tarde fundaría en Europa un movimiento cristiano —y gandhiano— de gran calado llamado El Arca. Pero, como explica en su autobiografía, su experiencia de renuncia en las calles de París fue un paso determinante en su crecimiento espiritual. ¿Por qué la renuncia es el primer movimiento del kung-fu emocional? Porque toda perturbación procede siempre de la creencia de que necesitamos mucho para estar bien: «¡Sin pareja, no puedo ser feliz!», «¡Hasta que no encuentre empleo, no puedo disfrutar!», «Si no recobro la salud, mi vida es un asco!». Sin embargo, cuando activamos la renuncia comprendemos que ya lo tenemos todo para ser felices. Como Lanza del Vasto, podemos prescindir con alegría de comodidades, absurdas autoimposiciones y exigencias locas. Entonces sobreviene un auténtico nirvana.

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