El mito del «suicidio racial» y el «deterioro racial» era contrapesado por el mito opuesto de la pureza racial y genética. Una de las novelas más populares de los primeros años veinte, devorada por millones de estadounidenses, era Tarzán de los monos, de Edgar Rice Burroughs, la historia sensiblera de un aristócrata inglés que, huérfano y criado por monos en África, no solo conservaba la tez, el porte y la proporción corporal de sus padres, sino también la rectitud moral, los valores anglosajones y hasta el uso instintivo de cubiertos para comer. Tarzán —«de figura recta y perfecta, musculoso como el mejor de los antiguos gladiadores romanos»— ejemplificaba la última victoria de la naturaleza sobre la crianza. Si un hombre blanco criado por monos de la selva podía conservar la integridad del hombre blanco en un traje de franela, entonces la pureza racial podía mantenerse en cualquier circunstancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario