El sistema ecléctico en el que se asienta nuestra vida, orquestada en torno al dinero, es perjudicial para la estabilidad emocional. El ser humano debe encontrar el equilibrio entre los distintos aspectos que lo componen: el trabajo, el dinero que necesita para vivir, sus sueños, el descanso, la diversión, la vida social, las relaciones personales, la búsqueda de la felicidad. Pero hoy impera una psicología sin alma y se ha retornado al epicureísmo, que anhela el placer corporal y el intelectual sin importarle nada más. Este sistema filosófico fue condenado al olvido a principios de la Edad Media, ya que el cristianismo no lo adaptó a su credo, como sí hizo con el aristotelismo y el platonismo, que han influido fuertemente a los amos del mundo. El epicureísmo es llevado hoy a extremos de enfermedad, como es la paradoja de los cuantiosos casos de bulimia y anorexia que se dan en las sociedades de la abundancia. Una contrariedad que adquiere tintes de absurdo y crueldad en un mundo donde aún las personas continúan muriéndose de hambre. Estamos tan ocupados en trabajar y en consumir que a veces no somos conscientes de la rueda sobre la que giramos. No sabemos salir de ella porque ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a la sinergia del mercado social.
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