Y cuando describe el comportamiento caprichoso de un ricacho que teme ir a dar en la pobreza, da la sensación de que está retratando lo que vivió en la casa de Epafrodito: «A ti no es que te aterre el hambre, sino que temes no tener un cocinero, no tener otro que haga la compra, otro que te calce, otro que te vista, otros que te den masaje, otros que te acompañen para que te den masaje aquí y allá en el baño, después de desnudarte y ponerte estirado como un crucificado; y que luego, el que va a ungirte con aceites, poniéndose a tu lado diga: “Date la vuelta”, “Trae el costado”, “Cógele la cabeza”, “A ver el hombro”. Y luego, al llegar del baño a casa grites: “¿Nadie trae de comer?”; y luego, “Quita las mesas, pasa la esponja”. Eso te aterra, el no poder llevar una vida de enfermo».
No hay comentarios:
Publicar un comentario