Hace muchos años, un experto maestro de ciegos, vienés por cierto, me refirió que algunos jóvenes habían perdido la vista al intentar suicidarse de un balazo en la sien, y que desde entonces ninguno de ellos había repetido semejante tentativa. No sólo siguieron viviendo todos ellos, sino que también maduraron de modo sorprendente hasta ser personas equilibradas e incluso felices. Conozco un caso similar concerniente a cierta señora que, en su juventud, se precipitó por la ventana con el propósito de suicidarse y se fracturó la columna vertebral; justamente desde aquel día llevó una existencia dichosa y humana a pesar de su grave lesión. Sin duda alguna la aparición de un impedimento difícilmente superable fue lo que les hizo estimar otra vez la vida a todos aquellos jóvenes abrumados por su aburrimiento.
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