domingo, 14 de agosto de 2022

 Cuando la mente no tiene pensamientos, eso es meditación La mente se queda sin pensamientos en dos estados: el sueño profundo y la meditación,. Si te haces consciente y tus pensamientos desaparecen, es meditación; si los pensamientos desaparecen y quedas inconsciente, es sueño profundo. El sueño profundo y la meditación tienen algo en común y algo diferente. Una cosa es similar: En los dos estados, el pensamiento desaparece. Una cosa es diferente: En el sueño profundo, también desaparece la conciencia, mientras que en la meditación permanece. Así pues, la meditación es igual que el sueño profundo, pero con conciencia. Estás relajado, como en el sueño profundo, pero estás consciente, completamente despierto... y eso te lleva hasta la puerta de los misterios. En el sueño profundo pasas a un estado de no-mente, pero sin conciencia. No sabes dónde te están llevando, aunque por la mañana sentirás el impacto y el efecto. Si de verdad Ha sido un sueño profundo y hermoso, sin ensoñaciones que te perturben, por la mañana te sentirás fresco, renovado, vivo, rejuvenecido, otra vez lleno de entusiasmo y energía. Pero no sabes cómo ha ocurrido, adónde has ido. Entraste en una especie de coma profundo, como si te hubieran administrado un anestésico, y fuiste transportado a otro plano, del que regresas fresco, joven, rejuvenecido. En la meditación, eso sucede sin anestesia. Así pues, meditación significa permanecer tan relajado como cuando estás profundamente dormido, pero manteniéndote alerta. Mantén la conciencia... deja que desaparezcan los pensamientos, pero la conciencia debe mantenerse. Y esto no resulta difícil; lo que pasa es que nunca lo has intentado, eso es todo. Es como nadar; si no lo has intentado, parece muy difícil. Incluso parece peligroso, y te parece increíble que la gente pueda nadar, porque tú te ahogarías. Pero cuando lo intentas un poquito, se te hace fácil; es muy natural. Hace poco, un científico japonés ha demostrado experimentalmente que un bebé de seis meses es capaz de nadar; solo hay que darle la oportunidad. Ha enseñado a nadar a muchos niños de seis meses de edad. ¡Ha hecho un milagro! Y dice que lo va a intentar con niños aún más pequeños. Es como si el arte de nadar fuera innato; no hay más que darle una oportunidad y empieza a funcionar. Por eso, cuando has aprendido a nadar, no lo olvidas nunca. Puedes pasarte cuarenta o cincuenta años sin nadar, pero no lo olvidas. No es una cosa accidental, es algo natural; por eso no puedes olvidarlo. La meditación es algo similar: es algo innato. Solo tienes que crear un espacio para que funcione: solo tienes que darle una oportunidad.

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