Deja que la razón sea suprema. Incúlcate el hábito de la deliberación. Practica el arte de probar si las cosas son efectivamente buenas o no. Aprende a esperar y a evaluar en lugar de reaccionar siempre obedeciendo a un instinto inexperto. La espontaneidad no es una virtud por sí misma. Si te seduce la promesa de un placer cualquiera, da un paso atrás y concédete algo de tiempo antes de ir a por él sin pensarlo. Desapasiónate y dale un par de vueltas al asunto: ¿este placer me proporcionará un deleite momentáneo o una satisfacción real y duradera? La calidad de vida y el tipo de persona en que nos convertimos cambian sustancialmente cuando aprendemos a distinguir entre las emociones baratas y las recompensas significativas y duraderas. Si al considerar con calma el placer en cuestión te das cuenta de que en caso de abandonarte al mismo te arrepentirás, absténte y disfruta del dominio sobre tu persona. Refuerza el triunfo de tu carácter y te fortalecerás.
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