miércoles, 25 de mayo de 2022

 Los pobres no saben manejar el dinero. Ésta parece ser la creencia imperante, casi una perogrullada. Al fin y al cabo, si supieran manejar el dinero no serían pobres. Suponemos que lo gastarán en comida rápida y refrescos en lugar de en fruta fresca y libros. Así pues, para «ayudar» se han creado un sinfín de programas de asistencia ingeniosos, con toneladas de burocracia, sistemas de registro y un ejército de inspectores, todo lo cual gira en torno al principio bíblico de que «si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma» (2 Tesalonicenses 3:10). En los últimos años, las ayudas gubernamentales se han vinculado cada vez más al empleo, obligando a los receptores a buscar trabajo, participar en programas de reinserción laboral y realizar trabajos «voluntarios». Promocionado como un desplazamiento «de la beneficencia al trabajo», el mensaje subyacente es claro: el dinero gratis hace a la gente holgazana. Sólo que las pruebas demuestran lo contrario. Veamos el caso de Bernard Omondi. Durante años ganaba dos dólares al día en una cantera, en una zona empobrecida del oeste de Kenia. Hasta que una mañana recibió un mensaje muy extraño. «Cuando vi el mensaje, me levanté de un salto», recordó después Bernard. Acababan de depositar en su cuenta bancaria 500 dólares. Para Bernard era casi el salario de un año. Varios meses después, un periodista del New York Times visitó el pueblo de Bernard. Era como si la población entera hubiera ganado la lotería: en el pueblo fluía el dinero. Sin embargo, nadie se lo estaba gastando en alcohol. Por el contrario, se repararon casas y se crearon pequeños negocios. Bernard había invertido su dinero en una motocicleta india nueva, una Bajaj Boxer, y estaba ganando entre 6 y 9 dólares diarios haciendo de taxista. Sus ingresos se habían triplicado con creces. «De este modo se deja la elección en manos de los pobres —dice Michael Faye, fundador de GiveDirectly, la organización que está detrás del dinero que a Bernard le cayó del cielo—. Y para ser sincero no creo que yo tenga muy claro qué necesitan los pobres.» 41 Faye no regala pescado ni tampoco enseña a pescar. Da dinero con el convencimiento de que los verdaderos expertos en las necesidades de los pobres son los propios pobres. Cuando le pregunté por qué apenas hay vídeos o imágenes llamativos en el sitio web de GiveDirectly, Faye explicó que no le gusta apelar a las emociones. «Nuestros datos ya son bastante contundentes.» Tiene razón: según un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts, las subvenciones en efectivo de GiveDirectly estimulan un aumento duradero en los ingresos (hasta el 38%), potencian la adquisición de viviendas y la posesión de ganado (hasta el 58%) y reducen en un 42% el número de días que los niños pasan hambre. Además, el 93% de cada donación se entrega en mano a los receptores. 42 Cuando se le presentaron las cifras de GiveDirectly, Google hizo enseguida una donación de 2,5 millones de dólares. 43 Bernard y los demás habitantes de su poblado no fueron los únicos afortunados. En 2008, el gobierno de Uganda decidió distribuir casi 400 dólares a unas 12.000 personas de entre dieciséis y treinta y cinco años. El dinero era casi gratis; lo único que debían hacer a cambio era presentar un plan de negocio. Cinco años más tarde, los efectos eran impactantes. Después de invertir en su propia educación y en iniciativas de negocio, los ingresos de los beneficiarios habían ascendido casi un 50%. Y sus posibilidades de ser contratados se habían incrementado en más de un 60%. 44 Otro programa ugandés distribuyó 150 dólares a más de 1.800 mujeres pobres en el norte del país, con resultados similares: los ingresos se dispararon casi en un 100%. Las mujeres que recibieron apoyo de un trabajador social (coste: 350 dólares) se beneficiaron un poco más, pero a posteriori los investigadores calcularon que habría sido mucho más eficaz sumar a las ayudas el salario de los trabajadores sociales. 45 Como concluyó sucintamente el informe, los resultados implican «un cambio sustancial en los programas de disminución de la pobreza en África y en el mundo entero». 

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