Me gustó ver que Joseph Campbell describe el matrimonio como «una difícil prueba». Creo que sus palabras son válidas para todas las relaciones: con el marido, la esposa, el o la amante, el médico, el paciente... Tratamos de crear una tercera entidad, algo mayor que los individuos que participan en la relación. En una entrevista con Michael Toms, en el ya citado libro Una vida abierta, Campbell dice: Ya veis que, en el matrimonio, la relación y la flexibilidad lo son todo. Hay que conocer las funciones, saber que cada uno está desempeñando un papel en un organismo. Una de las cosas que he comprendido, y que comprende la gente que lleva mucho tiempo casada, es que el matrimonio no es un idilio. Un idilio tiene que ver con la satisfacción personal inmediata, pero el matrimonio es una difícil prueba. Significa ceder, una y otra vez. Por eso es un sacramento. Renuncias a tu simplicidad personal para participar en una relación. Y cuando das algo, no se lo das a la otra persona, sino a la relación. Y si te das cuenta de que participas en la relación, al igual que la otra persona, entonces se convierte en el elemento esencial de la vida, en una experiencia que nutre y enriquece la vida. No es un empobrecimiento, porque te das a otra persona. ¿Ves a qué me refiero? Ese es el desafío de un matrimonio. Qué hermoso es vivir juntos como personalidades que evolucionan, cada una de las cuales ayuda a florecer a la otra en vez de limitarse a seguir el arquetipo estándar. Es un momento maravilloso cuando las personas toman la decisión de ser totalmente sorprendentes e imprevisibles, en lugar de productos hechos con molde, como galletas.
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