miércoles, 16 de marzo de 2022


   A la edad de ocho años fue bendecido con una curación maravillosa al través de la fotografía de Lahiri Mahasaya. Esta experiencia intensificó grandemente mi amor. Mientras mi familia estaba en Ichapur, en Bengala, fuí atacado de cólera asiático. Me habían desahuciado los doctores, quienes no podían hacer ya nada por mí. Al lado de mi cama, mi madre me aconsejaba frenéticamente que yo me fijara en el retrato de Lahiri Mahasaya, colgado en la pared, a mi cabecera.

    "Reveréncialo mentalmente” —me decía. Mi madre sabía que yo estaba demasiado débil para levantar mis manos en señal de saludo—. "Si realmente muestras tu devoción y te arrodillas internamente, tu vida será salvada”.
    Dirigí mi vista a su fotografía y en seguida contemplé cómo una luz resplandeciente envolvía mi cuerpo y toda la habitación. Mi náusea y todos los demás síntomas incontrolables desaparecieron. Ya estaba bien. Inmediatamente me sentí lo suficientemente fuerte para inclinarme y tocar los pies de mi madre en aprecio y reconocimiento por su inconmensurable fe en su gurú. Mi madre oprimía repetidamente su cabeza contra el retrato de su gurú. "¡Oh, Maestro Omnipresente, yo te agradezco que tu luz haya curado a mi hijo!”
    Entonces me di cuenta de que también ella había presenciado el luminoso reflejo con cuyo auxilio instantáneamente me había recobrado de una enfermedad que es, por lo general, de fatales consecuencias. Uno de mis más preciados tesoros es esa misma fotografía, que le fue dada a mi padre personalmente por Lahiri Mahasaya, y que lleva consigo una fuerte y santa vibración. La fotografía tiene un maravilloso origen; me lo contó un discípulo compañero de mi padre, Kali Kumar Roy.
    Parece ser que el Maestro tenía una gran aversión a ser retratado. No obstante sus protestas, una fotografía de grupo de él y algunos de sus devotos, incluyendo a Kali Kumar Roy, fue tomada.
    El fotógrafo, sorprendido, descubrió que la placa en la cual aparecían las imágenes de todos y cada uno de los del grupo, sólo presentaba un espacio en blanco en el lugar en que debía figurar la imagen del Maestro Lahiri Mahasaya. Este fenómeno fue ampliamente comentado y discutido.
    Cierto estudiante, que a la vez era un experto fotógrafo, Ganga Dhar Babu, alardeó diciendo que la fugitiva imagen del Maestro no se le escaparía a él. Al día siguiente, cuando el gurú estaba sentado en la postura del loto, sobre un taburete de madera con un biombo tras él, llegó Ganga Dhar Babu con todo su equipo y tomó todas las precauciones que el caso requería para tener un buen éxito. Tomó doce exposiciones distintas. En cada una encontró la impresión del taburete de madera y del biombo, pero, una vez más, la fugitiva imagen del maestro había desaparecido.
    Ganga Dhar Babu, con lágrimas en los ojos y su orgullo despedazado, buscó a su gurú. Pasaron muchas horas antes de que Lahiri Mahasaya rompiera su silencio con un punzante comentario:
    "Yo soy Espíritu. ¿Puede tu cámara reflejar al Invisible Omnipotente?”
    "Ya veo que no puedo, santo señor, pero yo deseo ardientemente un retrato del templo físico, donde, a mi corto entender, ese Espíritu parece morar en su totalidad”.
    "Bueno, entonces ven mañana por la mañana y posaré especialmente para ti”.
    Una vez más, el fotógrafo enfocó su cámara. En esta ocasión, la figura sagrada no se cubrió con su misteriosa imperceptibilidad y su figura aparecía claramente en la placa. El maestro nunca volvió a posar para ningún fotógrafo, según sé, y no he visto ninguna otra fotografía de él.

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