sábado, 5 de marzo de 2022

  


Cuanto mayor es la «masificación» de los seres humanos, tanto más urgente le parece al individuo la necesidad del not to get involved , y por eso mismo hoy día se pueden cometer robos, asesinatos o violaciones a la luz del día en las grandes urbes sin que intervenga ni un solo «transeúnte».

    El confinamiento de muchos seres humanos en espacios muy angostos no sólo acarrea indirectamente una deshumanización incipiente con el agotamiento y entorpecimiento paulatinos de las relaciones interhumanas, sino que también suscita un comportamiento agresivo y definitivamente directo. Se sabe, por muchos experimentos con animales, que la agresividad dentro de una misma especie suele acrecentarse con el confinamiento. Quien no haya sido prisionero de guerra ni haya vivido en una acumulación similar de muchos seres humanos, no puede imaginar siquiera el alto grado de irritabilidad mezquina que puede asaltarle a uno en semejantes circunstancias. Precisamente, cuando uno procura dominarse y se esfuerza por observar un comportamiento cortés o, mejor dicho, amigable, se acentúa esa disposición anímica hasta representar una verdadera tortura. La conducta incivil generalizada que observamos en todos los grandes centros urbanos es claramente proporcional a la densidad de las multitudes aglomeradas en determinados lugares, y alcanza un grado alarmante, por ejemplo, en las grandes estaciones ferroviarias y terminales de autobuses neoyorquinas.
    La superpoblación contribuye directamente a todas las manifestaciones de malestar y decadencia.


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