Todavía me parece asombroso que cuando recorro facultades de Medicina y hospitales, casi todos los médicos me digan que no sabían que en 1933 Carl Jung, al escuchar la narración de un sueño de un paciente, le diagnosticó correctamente un tumor cerebral sin más datos que ese sueño. No tengo idea de por qué no se sabe ni se enseña que los sueños son increíblemente poderosos y constituyen una valiosa fuente de información. Al igual que los dibujos, pueden ayudar a hacer un diagnóstico físico, y pueden cambiar la vida de las personas. Para mí, como médico, es cuestión de rutina preguntar a la gente por sus sueños y sus imágenes, y hacerles dibujar símbolos que puedan servirles de guía. Si tanto los médicos como los pacientes estuvieran abiertos a esta fuente de información, veríamos más diagnósticos de esta clase. Como médico, yo no vacilo en usar los sueños y los dibujos en mi trabajo, para hacer diagnósticos físicos y para ayudarme a decidir el tipo más adecuado de terapia. Eso no significa que no haga todo lo que me enseñaron a hacer como médico, pero para mí, tanto lo uno como lo otro son una parte importante del proceso. ¿Por qué es tan difícil para la profesión médica aceptar la idea de que la mente influye en el cuerpo, o de que los dos constituyen una unidad? Quizá porque simplemente en la Facultad de Medicina no nos enseñaron que no es posible separar los pensamientos y la mente del cuerpo. Sin embargo, el hecho es que nuestros pensamientos y nuestras creencias nos afectan tanto física como psicológicamente, y que la gente puede cambiar. Estudios recientes han demostrado que incluso los genes son capaces de cambiar. A veces hay terapeutas que me escriben para hablarme de las investigaciones que han llevado a cabo para su tesis doctoral, que demuestran los efectos beneficiosos de la visualización y las técnicas de relajación tanto sobre los aspectos físicos de una enfermedad como sobre los psicológicos y mentales.
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