¿Recuerdas la historia de Tristán e Isolda? El argumento gira en torno a una transformación de las relaciones de los dos protagonistas. Isolda pide a su doncella, Brangáne, que prepare una poción mortífera pero la criada la substituye por un "elixir de amor", que beben Isolda y Tristán, ignorando sus posibles consecuencias. La misteriosa pócima desata en ellos las pasiones más hondas y se sienten atraídos con una fuerza que nada puede quebrar -ni siquiera el que ambos traicionen así al benévolo rey Marcus. En su ópera Tristán und Isolde, Wagner captura la intensidad del vínculo amoroso en el que quizá sea el pasaje más exaltado y desesperado de la historia de la música. Uno puede preguntarse qué lo atrajo en esta historia, y por qué millones de personas, por más de un siglo, han comulgado con su versión musical. La respuesta a la primera pregunta es que la composición celebra una pasión muy real y parecida en la vida del propio Wagner. Wagner y Matilde Wesendonk se habían enamorado, en abierta oposición con su buen juicio, cuando uno considera que ella era la mujer del generoso benefactor del músico y que éste era un hombre casado. Wagner conocía muy bien las fuerzas ocultas e imparables que pueden sobreponerse a nuestra voluntad y que -a falta de mejor explicación- se han atribuido a la magia o al destino. La respuesta a la segunda pregunta es más seductora: ciertamente hay, en nuestros cuerpos y cerebros, "elixires" capaces de inducir comportamientos que no siempre pueden ser suprimidos con una resolución firme.
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