Las bandas sonoras del cine provocan en nosotros lo que se conoce como el efecto Château Lafite. Este efecto describe cómo la música que oímos de fondo (como en las películas) condiciona nuestros sentimientos y comportamientos. El estudio es obra del doctor en psicología Adrian North. Este eminente psicólogo analizó nuestro comportamiento en un restaurante de lujo en función de la música que sonaba de fondo. Hizo el experimento durante varios días. Primero, con música o sin música, y después con diferentes tipos de música. El resultado es sorprendente. Cuando suena música clásica de fondo en un restaurante de lujo, los clientes escogen los platos más caros de la carta. Pero Adrian North aún hiló más fino y, al parecer, el compositor que más afecta a nuestro bolsillo es Mozart. Según el experimento, la música de Mozart era la que impulsaba a los clientes no solo a escoger los platos más caros, sino también a elegir el vino más caro y a tirar la casa por la ventana con el postre. Parece que cuando Mozart suena de fondo nos sentimos más refinados y, para estar en sintonía con esta sensación, podemos gastarnos hasta lo que no tenemos. Lo mismo ocurre cuando estamos en una sala de espera, en un ascensor, a punto de despegar en un avión o en un hospital. Nos ponen una música de fondo muy tranquila para que nos relajemos y no causemos problemas. La música flota en el ambiente. Nadie la escucha pero todos la oyen. Incluso los médicos van tarareando la melodía que suena por los altavoces del techo del quirófano mientras operan en un ambiente happy . También es extraño cómo, en el mundo de la ópera, el papel o la importancia de la música ha ido cambiando. Para Mozart, «el libreto debía ser siempre el hijo obediente de la música», mientras que para Wagner la música daba sentido al texto. De este modo, durante el periodo del clasicismo de Mozart, la música es quien lleva la voz cantante y es la que cuenta la historia, mientras que con la llegada del Romanticismo y su exaltación de los sentimientos, la música pasa a reforzar los sentimientos expresados en el libreto. En este sentido, Wagner y todos los románticos concordaban más con la concepción cinematográfica de la música.
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