Casi todas las filosofías, la mayoría de las religiones y buena parte de la ciencia evidencian una preocupación desesperada e incansable por la salvación de la humanidad. Si renunciamos al solipsismo, estaremos menos preocupados por la suerte del animal humano. La salud física y mental no radica en un amor introvertido hacia todo lo humano, sino en recurrir a lo que Robinson Jeffers llama, en su poema «Meditation on Saviors», «la orilla al otro lado de la humanidad». El Homo rapiens es sólo una de entre una multitud de especies y no es obvio que valga especialmente la pena preservarla. Tarde o temprano, se extinguirá. Cuando se haya ido, la Tierra se recuperará. Mucho después de que haya desaparecido todo rastro del animal humano, muchas de las especies que éste se ha propuesto destruir seguirán ahí, junto a otras que todavía están por surgir. La Tierra olvidará a la humanidad. El juego de la vida continuará.
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