jueves, 7 de octubre de 2021

 


Julián empezó a notar que se sentía sexualmente atraído por su vecina. Se consideraba un hombre feliz en su matrimonio, y su primera reacción fue reprocharse esa atracción. Pero pronto advirtió que era mejor comprenderse a sí mismo que practicar un autorreproche ciego. Se permitió experimentar (en su vida interior) dicha atracción sexual. Prestó atención a los sentimientos que su vecina despertaba en él, y dio rienda suelta a sus fantasías. Cobró conciencia de que lo que ansiaba no era tanto poseer a su vecina como obtener nuevos estímulos, y no porque estuviera aburrido de su mujer sino porque estaba aburrido de su trabajo. Vio que una mujer nueva ofrecía la promesa de una momentánea experiencia de eficacia, que su trabajo ya no le proporcionaba. No se sintió culpable; consideró su reacción frente a su vecina como una valiosa fuente de información sobre las frustraciones que albergaba en su interior. Sabía que no iba a traicionar a su esposa, pero se permitió imaginar cómo podía llegar a ser una aventura con su vecina. Esa noche, en la cena, le dijo a su esposa: "Esta tarde, durante la hora que estuve sentado en el patio, a solas, tuve una aventura de ocho meses con la señora de al lado". Su serenidad y su tono divertido indicaron a su esposa que no tenía nada que temer, así que le preguntó: "¿Y qué tal te fue?" Julián tomó a su esposa de la mano y respondió: "Fue frustrante. Sin sentido. No era eso lo que yo buscaba. Pero creo que me vendría bien cambiar de trabajo".

    Práctica de la autodesestimación. Lo que Julián no sabía era que su vecina, Marta, albergaba sentimientos eróticos hacia él, pero como los consideraba pecaminosos, los reprimía. Se volvió cada vez más tensa con su esposo y sus hijos. Tenía ataques de llanto que no podía explicar. Cuando alguna vez se cruzaba en el camino con Julián, se mostraba a veces brusca y otras seductora, como una niña que aún no sabe bien lo que está haciendo. Hacía mucho tiempo que Marta se sentía desdichada en su matrimonio, pero no se permitía enfrentarse a eso, ya que para ella el divorcio significaba humillación y fracaso. Si se hubiera permitido aceptar y analizar sus sentimientos hacia Julián, y quizás discutirlos con su marido, habría obtenido una valiosa visión interior de su situación. Pero de niña le habían enseñado que desear íntimamente a otro hombre era tan malo como cometer adulterio; y ella no quería ser mala, de modo que la única solución era la inconsciencia. Por último, después de varios años de sufrimiento e incomunicación, su marido le pidió el divorcio. Marta, que se sintió traicionada, abandonada y perdida, se preguntaba: "¿Por qué en este mundo la gente buena siempre tiene que sufrir?".

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