miércoles, 29 de septiembre de 2021

  En su ensayo Friendship, Ralph Waldo Emerson reconoce que la oposición es una condición necesaria para la amistad. Escribe que en un amigo no busca «concesiones blandas» o «comodidades triviales» —en otras palabras, alguien que esté de acuerdo con todo lo que diga—. Lo que busca, sin embargo, es «un buen enemigo, antipático, adorado con devoción». El filósofo Edmund Burke se hizo eco de los sentimientos de Emerson sobre las relaciones: «El que se pelea con nosotros fortalece nuestros nervios y agudiza nuestra capacidad. Nuestro antagonista es el que nos ayuda». Una persona que sólo desea ser «amable conmigo» y ayudarme sin oponer ninguna resistencia o cuestionar mis actos o palabras no me empuja a mejorar y crecer; una persona que rebate lo que digo y hago sin ser amable conmigo ni ayudarme es antagonista y dura. Un amigo de verdad es cordial conmigo y, a la vez, se comporta como un «enemigo». Un buen enemigo cuestiona mi comportamiento y mis palabras y, al mismo tiempo, acepta incondicionalmente mi persona. Un buen enemigo es alguien que me quiere y me respeta lo suficiente para cuestionar mis ideas y comportamientos; del mismo modo, su oposición a cualquiera de mis palabras o actos no cambia el cariño que siente por mí como persona

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