miércoles, 11 de agosto de 2021

 


Necesitamos recuperar la capacidad de sorpresa y asombro de un niño, para introducirnos en lo que Einstein llamaba «la belleza del misterio».

    De igual manera que la realidad de los microorganismos se hizo patente con la invención de un instrumento de observación que era el microscopio y que la realidad de las galaxias se ha hecho patente con la utilización del telescopio, vamos a necesitar un instrumento muy especial para adentrarnos en el mundo interior y descubrir aquello que, aun existiendo, permanece oculto. Ese instrumento de observación no es otra cosa que la consciencia.
    Me gustaría contarle al lector una historia fascinante que le escuché relatar a Steven Covey:
    Dos pescadores se encontraban en un río en Estados Unidos, pescando con la técnica de la mosca. En esta técnica que se ha popularizado en muchas películas, el hilo se mueve como un látigo encima del agua, golpeando ocasionalmente la superficie del agua para dar la impresión de que un insecto ha caído en ella. Esto hace que las truchas inmediatamente se lancen a la captura. Lógicamente, para que al pez le dé tiempo a cazar su presa, ha de sentir que está muy cerca de ella. Por eso, en esta técnica de pesca es de gran importancia que el cebo toque el agua en la proximidad de los peces.
    Uno de los pescadores pescaba muchísimo, mientras que el otro no pescaba nada. Preguntados sobre la posible explicación a este hecho tan curioso, muchas personas hablaban de suerte y otras de experiencia. La realidad se aleja mucho de lo que nos parece razonable. El pescador que pescaba tantos peces utilizaba unas gafas especiales que se llaman «gafas polarizadas» y que le permitían distinguir la silueta de los peces debajo del agua. A los que no somos especialmente aficionados a la pesca, no se nos habría pasado ni siquiera por la cabeza que ésta fuera la explicación, ya que no teníamos ni idea de que hubiera gafas capaces de lograr algo tan sorprendente.
    Nuestra consciencia se asemeja a las gafas polarizadas de la historia. Ella es la que nos va a ayudar a descubrir qué es lo que hay en nuestro interior, aquello que no nos deja vivir la vida como nos gustaría vivirla en lo que sí que depende de nosotros y que es mucho.
    La consciencia necesita de la atención. La consciencia sería como el ojo que ve, y la atención, como la luz que ilumina para que el ojo vea. Sólo cuando llevamos la atención a nuestro interior es cuando podemos descubrir aquello que permanecía cubierto y desvelar aquello que estaba velado.
    Resumen final
    Debajo de muchos de sus miedos más profundos, no existe una incapacidad real para enfrentarse a ellos, sino la convicción de que usted es incapaz.

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