sábado, 26 de junio de 2021


 Zola es el gigante literario en la sombra. Nunca será el icono de masas y, sus novelas, como las de otros grandes silenciados, nunca serán tratadas como las de un Cervantes o un Shakespeare… Zola nos castiga y nos enseña la realidad, en esas descripciones maravillosas de los barrios de París… quizá demasiado cruda a veces, quizá con un sentido demasiado moralizante y aleccionador pero… ¿No nos enseña también Shakespare el peligro de los celos y la conspiración, el dolor de la muerte y la miseria del que todo lo tiene?

Emile Zola nace en París el 2 de abril de 1840. Hijo de un ingeniero civil italiano. No es, como el conde Tolstoi, el hijo sensible que todo lo tuvo, sino el hijo de la pobreza que, gracias a los poemas, críticas y artículos, pudo granjearse un futuro en este difícil campo que es la literatura. Desde luego, era un campo propicio, ya que coincide con los movimientos impresionistas en la pintura, o con el fin del romanticismo musical. Zola bebe de todos ellos (o mejor dicho, crece junto a todos ellos), y nos ofrece “retazos de la vida en París” como si se tratase de un Renoir o de un Lautrec. Zola pinta las gentes y las describe con pequeños toques, como hacen los grandes. El trazo es suave y, a la vez, fuerte y profundo. Zola marca el acento en los personajes desfavorecidos (prostitutas, alcohólicos y asesinos varios) pero les otorga una humanidad que, precisamente, dotará de grandeza y complejidad a la obra.

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