Un maestro le dijo a su discípulo que por fin estaba listo y que al día siguiente por la mañana, muy temprano, le llevaría a un lugar que había querido que viera desde el primer momento y que ahora, por fin estaba ya preparado. El discípulo se entusiasmó. Al día siguiente, de madrugada, comenzaron su odisea hacia aquél lugar prometido y mágico. Durante el transcurso del viaje, el discípulo se mostraba entusiasmado. No paraba de hacer preguntas, de reir, de saltar. Sabía que le esperaba algo bueno y estaba emocionado. Después de 5 horas andando el maestro se detuvo y dijo "ya hemos llegado. El discípulo miró alrededor y dijo "ya hemos llegado a donde". El maestro miró al suelo y señaló a una piedra. Dijo "esto es lo que quería enseñarte". El discípulo miró y exclamó "¡pero si eso es una piedra!". Sí dijo el maestro, qué ocurre?. Estabas muy entusiasmado durante el viaje, parecías muy feliz, dijo. Sí, dijo es discípulo, porque pensaba que íbamos a ver algo importante. Y entonces dijo el maestro, muchas veces cuando deseamos algo y lo recibimos, nos damos cuenta de que eso no nos da la felicidad. La felicidad es el camino.
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