domingo, 20 de junio de 2021

 


Ahora, estoy cerca del final de mi trabajo. Estoy complacido por lo que he hecho, creativamente complacido por haberme empujado yo mismo y llegado tan lejos como pude. Debido a la forma intuitiva con la cual he escrito y, también, por la naturaleza desconcertante de mi material, cada libro ha surgido como una bendición. Cada libro me ha asombrado; hasta el momento de escribirlo nunca supe que existiera. Pero el más grande milagro para mí fue empezar. Siento —y la ansiedad está todavía viva— que pude fácilmente haber fracasado antes de empezar.

Finalizaré como empecé, con uno de los cortos y maravillosos ensayos de Proust en Against Sainte-Beuve. “Las cosas bellas que escribiremos, si tenemos talento”, dice Proust, “están dentro de nosotros, poco claras, como el recuerdo de una melodía que nos deleita a pesar de que somos incapaces de recapturar su forma. Aquellos que están obsesionados por esta borrosa memoria de verdades, nunca han sabido que son hombres privilegiados… El talento es como cierta especie de memoria la cual permitirá finalmente traer esa borrosa música más cerca de ellos, para escucharla con claridad, para escribirla…».

Talento, dice Proust. Yo diría suerte, y mucho esfuerzo».

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