La vida de Alasdaire Clayre parecía perfecta. Había sido un alumno brillante de la Universidad de Oxford y, posteriormente, se había convertido en uno de sus profesores más prestigiosos, recibiendo galardones, premios y becas de investigación. Además, había publicado una novela y una colección de poemas y había grabado dos discos que incluían algunas de sus propias composiciones. También había escrito, dirigido, producido y presentado «The heart of the dragon», una serie de televisión de doce capítulos sobre China. La serie había recibido un premio Emmy, pero Clayre ya no estaba allí para recogerlo. A los cuarenta y ocho años, poco después de finalizar la serie, Clayre se suicidó tirándose de un tren en marcha. ¿Hubiera servido de algo haber sabido que iban a concederle el premio Emmy? Su ex mujer afirma que «el Emmy era un símbolo de éxito que habría significado mucho para él, que le habría hecho recuperar la autoestima»; pero añade que «había muchos símbolos de éxito mucho más importantes que el Emmy», y a Clayre no le satisfacía ninguno: cada vez que hacía algo, necesitaba uno de estos símbolos. En realidad, Clayre nunca consideró suficiente nada de lo que realizaba. Aunque quedaba patente su capacidad para el éxito, él era incapaz de verlo. De hecho, rechazaba el éxito. En primer lugar, siempre se medía con estándares que resultaban casi imposibles de superar. En segundo lugar, incluso cuando conseguía lo casi imposible, en seguida restaba importancia a su éxito, lo trivializaba y pasaba al próximo sueño casi imposible de materializar
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