lunes, 29 de marzo de 2021


 “La taberna” es la historia de estas gentes sin futuro a las que, una circunstancia azarosa, trastoca el sentido de su existencia. Han nacido en un entorno social desfavorecido y serán incapaces de huir de él. El toque cruel está ahí, el que siempre fue en Zola. Cuando se habla del autor francés como exagerado, a veces lo comparo (salvando las distancias) con Shakespeare, en el sentido en el que los personajes son incapaces de escapar del trágico destino que les está preparado. Hamlet es como Gervasia, ambos son incapaces de escapar de las incidentes, pese a las diatribas de uno u otro (bien distintas en patrones). Se pelean en una lavandería y son objeto de las burlas de sus “iguales”. Pero hay otro punto que une a estos dos escritores: el respeto y admiración que éstos llegan a sentir para con sus personajes. Shakespeare siente lástima de Hamlet, como Zola lo hace de Gervasia (mujer sin la cultura del primero). Ninguno de los dos son héroes en el sentido clásico del término, pero sí desde ese punto de vista (tan moderno) que convierte este sentido del trabajo, tan democrático, en un valor. Cuando Cupeau pierde este valor, su vida se desmorona, como se desmorona la conciencia de Hamlet al ver el trono de su padre usurpado por la conspiración. El desenlace es el mismo en ambos casos.

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