martes, 26 de enero de 2021



Cada vez más a menudo se habla de crisis del psicoanálisis. Sigmund Freud, se dice, está superado, la sociedad moderna ha descubierto que su obra no es suficiente para comprender al hombre, ni para interpretar a fondo su relación con el mundo.
Esto son cuentos. En primer lugar, la crisis. No existe, no puede haberla. El psicoanálisis no ha llegado de ningún modo a su límite. Hay muchas cosas aún por descubrir tanto en la práctica como en la doctrina. En psicoanálisis, no hay solución inmediata, sino sólo la larga y paciente búsqueda de las razones.

En segundo lugar, Freud. ¿Cómo juzgarlo superado si no lo hemos comprendido del todo? Lo que sabemos es que nos ha hecho conocer cosas completamente nuevas, que no se habían siquiera imaginado antes de él: de los problemas del inconsciente a la importancia de la sexualidad, del acceso a lo simbólico a la sujeción a las leyes del lenguaje.

Su doctrina ha cuestionado la verdad, asunto que nos concierne a todos y a cada uno de nosotros personalmente. Eso no tiene nada que ver con una crisis. Repito: estamos lejos de haber llegado al límite de Freud. También porque su nombre ha servido para cobijar muchas cosas: ha habido desviaciones, los epígonos no han seguido siempre fielmente el modelo. Eso ha creado confusiones.

Después de su muerte, en 1939, algunos de sus alumnos pretendieron ejercer el psicoanálisis de otra manera, reduciendo su enseñanza a algunas fórmulas banales: la técnica como ritual, la práctica reducida al tratamiento del comportamiento y, como objetivo, la readaptación del individuo a su entorno social. Esto constituye una negación de Freud, un psicoanálisis acomodaticio, de salón.

Freud mismo lo había previsto. Señaló que hay tres posiciones, tres tareas imposibles: gobernar, educar y ejercer el psicoanálisis. Hoy en día no importa quién toma la responsabilidad de gobernar, y todo el mundo se pretende educador. En cuanto a los psicoanalistas, ¡ay!, ellos prosperan, como los magos y los curanderos. Proponer ayudar a la gente tiene el éxito asegurado, y hace que la clientela se agolpe a la puerta. El psicoanálisis es otra cosa.

¿Qué exactamente?
Yo lo defino como un síntoma, revelador del malestar de la civilización en que vivimos. Ciertamente, no es una filosofía. Yo aborrezco la filosofía, hace mucho tiempo que no dice ya nada interesante. El psicoanálisis no es tampoco una fe, y no me gusta llamarlo ciencia. Digamos que es una práctica que se ocupa de lo que no anda, terriblemente difícil porque pretende introducir en la vida cotidiana lo imposible, lo imaginario. Hasta ahora, ha obtenido ciertos resultados, pero aún no tiene reglas y se presta a toda suerte de equívocos.

No hay que olvidar que se trata de algo totalmente nuevo, se considere en relación a la medicina o en relación a la psicología y afines. Y todavía es muy joven. Freud murió hace apenas treinta y cinco años. Su primer libro, La interpretación de los sueños fue publicado en 1900, con muy poco éxito. Creo que se vendieron trecientos ejemplares en unos años. Él tuvo también pocos alumnos, que fueron tomados por locos y que no estaban de acuerdo en la manera de poner en práctica y de interpretar lo que habían aprendido.

¿Qué es lo que no anda en el hombre actualmente?
Se trata de esta gran fatiga de vivir, como resultado de la carrera hacia el progreso. Del psicoanálisis, se espera que descubra hasta dónde se puede llegar arrastrando esta fatiga, este malestar de la vida.

¿Qué es lo que empuja a la gente a analizarse?
El miedo. Cuando le suceden cosas, incluso queridas por él, que no entiende, el hombre tiene miedo. Sufre por no entender y, poco a poco, entra en un estado de pánico. Es la neurosis. En la neurosis histérica, el cuerpo enferma del miedo a estar enfermo, sin estarlo realmente. En la neurosis obsesiva, el miedo mete en la cabeza ideas raras, pensamientos que no se pueden controlar, fobias en las que formas y objetos adquieren significaciones diversas y terroríficas.

¿Por ejemplo?
El neurótico puede verse impelido, por una necesidad espantosa, a verificar decenas de veces si un grifo está realmente cerrado o si una cosa está en su lugar, sabiendo sin embargo con certeza que el grifo está cerrado y, la cosa, en su sitio. No hay píldora que cure eso. Tienes que descubrir por qué te pasa, qué significa.

¿Y la cura?
El neurótico es un enfermo que se cura con la palabra, ante todo con la suya. Debe hablar, contar, explicar él mismo. Freud define la cura como la asunción por parte del sujeto de su propia historia, en la medida en que ella está constituida por la palabra dirigida a otro.

El psicoanálisis es el reino de la palabra, no hay otra medicina, otro remedio. Freud explicaba que el inconsciente no es tanto profundo como inaccesible a la profundización consciente. Y dijo que, en este inconsciente, algo habla: un sujeto en el sujeto, que trasciende al sujeto. La palabra es la gran fuerza del psicoanálisis.

¿La palabra de quién? ¿Del enfermo o del analista?
En psicoanálisis, los términos “enfermo”, “médico”, “medicina” no son exactos, no se usan. No son justas tampoco las fórmulas pasivas adoptadas habitualmente. Se dice: “Hacerse psicoanalizar”. Es un error. El verdadero trabajo en análisis lo hace quien habla, el sujeto analizante, incluso si lo hace de la manera sugerida por el analista, que le indica cómo proceder y lo ayuda con sus intervenciones. También le da una interpretación que de entrada parece dar sentido a lo que dice el analizante.

Pero, en realidad, la interpretación es más sutil y tiende a borrar el sentido de las cosas por las que el sujeto sufre. El objetivo es mostrarle, a través de su propio relato, que su síntoma, digamos la enfermedad, no tiene relación con nada, que está privada de cualquier sentido. Por tanto, aunque en apariencia es real, no existe.

Las vías por las que procede esta acción de la palabra exigen mucha práctica y una paciencia infinita. La paciencia y la mesura son los instrumentos del psicoanálisis. La técnica consiste en saber mesurar la ayuda que se da al sujeto analizante. En consecuencia, el psicoanálisis es difícil.

 http://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-27/entrevista-a-jacques-lacan-en-la-revista-panorama-1974/

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