martes, 29 de diciembre de 2020
José Ingenieros
Sin ideales sería inexplicable la evolución humana. Los
hubo y los habrá siempre. Palpitan detrás de todo esfuerzo
magnífico realizado por un hombre o por un pueblo. Son
faros sucesivos en la evolución mental de los individuos y de
las razas. La imaginación los enciende sobrepasando
continuamente a la experiencia, anticipándose a sus
resultados. Esa es la ley del devenir humano: los
acontecimientos, yermos de suyo para la mente humana,
reciben vida y calor de los ideales, sin cuya influencia
yacerían inertes y los siglos serían mudos. Los hechos son
puntos de partida; los ideales son faros luminosos que de
trecho en trecho alumbran la ruta. La historia de la
civilización muestra una infinita inquietud de perfecciones,
que grandes hombres presienten, anuncian o simbolizan.
Frente a esos heraldos, en cada momento de la peregrinación
humana se advierte una fuerza que obstruye todos los
senderos: la mediocridad, que es una incapacidad de ideales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario