domingo, 8 de noviembre de 2020

Alejandro Jodorowsky

El conocido filósofo de origen ruso G. l. Gurdjieff afirma que la finalidad del ser humano es crearse un alma. Nace con una semilla de ella que debe cultivar y hacer crecer. Si no lo hace, es sólo un espíritu muerto dentro de un cuerpo vivo. Este ocultista ve las ciudades pobladas de sonámbulos: sin un alma desarrollada nadie está despierto. Sin embargo, entre psicoanalistas y escritores «espirituales», la falta de mutuo acuerdo sobre el significado de las palabras «espíritu» y «alma» ha dado origen a una gran confusión. Generalmente las utilizan como sinónimos. No se han preguntado por qué san Pablo puede decir en Hebreos 4, 12: «...la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu...». Llegan incluso a considerar el alma como una entidad separada de nuestro cuerpo pero que, en cierta forma, también es material porque, adjudicándole peso, afirman que cuando morimos, y el alma se libera de la carne, nuestro cadáver pierde unos veinte gramos. El alma no es una entidad, en el sentido de tener forma (la filosofía búdica declara que «donde hay una forma, hay una causa de dolor y sufrimiento»), sino un centro de consciencia, un estado. También hablan de la tríada Cuerpo-Alma-Espíritu sin definir claramente qué es lo que llaman así. A fines del siglo XIX, la ocultista rusa Helena Petrovna Blavatsky, en su Glosario teosófico, intentó definir el Alma, el Espíritu y el Cuerpo: El Alma es el eslabón entre el Espíritu divino del hombre y su personalidad inferior. Es el Ego, el individuo, el Yo que se desarrolla por medio de la evolución. El Espíritu es uno con lo Absoluto Universal, siempre desconocido. No debe confundirse con el Alma. 16 El Cuerpo es el vehículo para la manifestación del Alma en este plano de existencia, y el Alma es el vehículo, en un plano más elevado, para la manifestación del Espíritu, y los tres forman una trinidad sintetizada por la Vida que los impregna a todos ellos. Cuando nos referimos a Cuerpo, Alma y Espíritu no hablamos de tres «cosas» diferentes sino de diversas categorías del Yo. Estamos acostumbrados a afirmar «yo soy yo» sin saber claramente cómo estamos constituidos. El Yo que nos distingue de los otros puede ser una percepción limitada, confusa, desviada de lo que en verdad somos. Tenemos que aprender a distinguir el Yo personal (Cuerpo), el Yo superior (Alma) y el Yo esencial (Espíritu) del Dios interior.

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