jueves, 15 de octubre de 2020

Jung

Lo malo de las técnicas de predicción que se basan en signos de cualquier tipo es que no parece existir relación entre esos signos y lo que significan. En ninguno de esos modos tradicionales de predicción —por la situación de los planetas, eI estado de un hígado de cordero, el modo en que vuelan las aves o cómo están dispuestas las hojas de té en la taza— se da una relación concebible con la guerra o la muerte, con la suerte en el amor o en la riqueza, o con el resultado de cualquier otro acontecimiento futuro. No obstante, tales procedimientos siguen considerándose útiles. El profesor C.G. Jung (el psicoterapeuta suizo cofundador, con Sigmund Freud, de la psiquiatría del siglo XX) estaba convencido de que tales métodos de predicción producen resultados significativos. Su trabajo lo había puesto repetidamente en contacto con los confines más extraños de la psique humana, y se daba cuenta de que la vida de muchas personas está salpicada por el fenómeno de las coincidencias y las profecías cumplidas. Jung llegó a convencerse de que en el universo actúa algún tipo de proceso conectivo distinto de la causalidad pero complementario de ella, y de que su manifestación responde a una aparente colaboración entre la psique humana y el mundo exterior. Llamó a ese principio "sincronicidad" y dedicó gran parte de sus últimos años a tratar de explicar cómo actúa. Al hacerlo, tenía plena conciencia de la dificultad de describir un proceso no causal para quienes se hallan profundamente condicionados por una visión exclusivamente causal del mundo. Su ensayo sistemático sobre el tema, La sincronicidad: Un principio conectivo acausal, publicado en 1952, fue un esforzado intento para evitar dar la impresión de que los agentes de la sincronicidad son agentes causales. En opinión de Jung, los agentes de la sincronicidad han de buscarse en lo que él llamaba los arquetipos de la psique humana. Un arquetipo se presenta a la mente consciente como una clase especial de símbolo. No es concebido por la mente consciente, sino que surge en ella, ya completo, de lo que Jung llamaba el inconsciente colectivo, un depósito de arquetipos que es patrimonio común de la humanidad. Así como todos los humanos tienen en común ciertos rasgos genéticos, Jung halló que también comparten un caudal de material psicológico que sólo se hace consciente en los sueños y los ensueños. Ejemplos de las figuras arquetípicas que Jung halló repetidamente en sus propios sueños, en los de sus pacientes y en las historias y mitos populares de todas las épocas y países, son los del sabio anciano o anciana, la madre eterna, el niño mágico, el embaucador, el árbol y el mandala (un dibujo que simboliza el universo). Así como los genes encarnan un orden (los genes son estructuras compuestas por moléculas de ADN cuya disposición ordenada forma los cromosomas) y crean estructuras ordenadas de desarrollo, los arquetipos encarnan el orden a un nivel psicológico, y su presencia origina más orden. En este punto, la dificultad para Jung era explicar cómo el arquetipo, en virtud de su orden inherente, crea orden de un modo no causal. Un ejemplo médico puede darnos un modelo aproximado del proceso. La penicilina es útil en caso de infección bacteriana porque las moléculas de penicilina se parecen mucho a las de la pared celular de las bacterias. Cuando una bacteria, "engañada" por ese parecido, incorpora una molécula de penicilina a su pared celular, la pared se debilita en ese punto a causa del deficiente ajuste y se rompe, matando a la bacteria. La molécula de penicilina ha sido instrumento de ese proceso, mas no de modo activo: en presencia de la molécula de penicilina, la bacteria ha desarrollado un nuevo modelo molecular con defectos fatales. Así pues, el papel de la penicilina es contingente, no causal. De modo semejante, el arquetipo actúa como un catalizador psíquico en cuya presencia se despliegan experiencias psíquicas de un modo ordenado y que con frecuencia afecta al mundo físico. ¿Cómo es esto posible? Otro ejemplo biológico puede resultar útil. Se ha sabido que algunas aves migratodas se guían por las estrellas. El sentido del tiempo y la imagen mental de la estrella congénitos en esas aves pueden ser considerados como el nivel psíquico. Las estrellas mismas representan el nivel físico. Cuando ambos niveles se unen para poner a las aves en su rumbo apropiado y en el momento apropiado, tenemos la prueba del catalizador psíquico o arquetipo. También aquí los arquetipos (el reloj interior y la imagen mental congénitos) son contingentes, no causales. Jung se daba perfecta cuenta de que su teoría era sólo el primer paso hacia la comprensión de algo muy difícil de formular. La cuestión más importante que dejó sin respuesta fue la naturaleza real y precisa de la relación sincrónica entre lo psíquico y lo físico. Para Jung esa relación era el equivalente psicológico de las ecuaciones matemáticas del físico, y se daba cuenta de que la falta de una contribución adecuada de la física matemática hacía incompleta su teoría en cuanto intento de explicar "la identidad relativa o parcial de la psique y el continuum físico". Si la teoría de la sincronicidad no ha sido demostrada, tampoco se ha probado que sea falsa, y las personas pueden tener información genética (arquetípica) subconsciente relacionada con su aparente capacidad de predecir el futuro.

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