viernes, 11 de septiembre de 2020

A finales de la década de 1850, el joven Mark Twain y su hermano Henry trabajaban juntos en los barcos que entonces surcaban el Mississippi entre San Luis y Nueva Orleáns. Una noche, estando en casa de su hermana en San Luis, Twain tuvo un sueño de una viveza desusada, en el que vio el cadáver de su hermano dentro de un ataúd de metal en el salón de su hermana. El ataúd descansaba en dos sillas, y sobre el pecho de Henry habían puesto un ramo con una flor carmesí en el centro. Twain se despertó convencido de que su hermano había muerto y estaba expuesto en aquel salón. Se vistió y pensó hacer una visita al cadáver, pero decidió dar antes un paseo. Salió de la casa y sólo cuando ya había recorrido media cuadra se dio cuenta de que había estado soñando. Entonces regresó y contó el sueño a su hermana. Pocas semanas más tarde, Twain y su hermano coincidieron en Nueva Orleáns, pero tomaron barcos diferentes para volver a San Luis. Henry viajó en el Pennsylvania, cuyas calderas estallaron no lejos de Memphis, causando muchas víctimas. Henry resultó malherido y fue llevado con grandes dolores a Memphis, donde murió pocos días más tarde. Aunque la mayoría de las víctimas del accidente fueron enterradas en ataúdes de madera, algunas mujeres de Memphis, compadecidas del joven, reunieron dinero para un ataúd de metal. Así, cuando Mark Twain fue a ver por última vez a su hermano, encontró el cadáver en un ataúd de metal, tal como lo había visto en su sueño. Faltaba el ramo, pero mientras Twain estaba junto al cadáver entró una mujer en la habitación y colocó sobre el pecho de Henry un ramo de flores blancas. En el centro tenía una rosa roja. 
(Journal of the American Society for Psychical Research, 64:187-88, 1970)

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