domingo, 30 de agosto de 2020

Walter Riso

“Se va a dar cuenta de lo que valgo”· 
 Es posible que en ciertos casos esta afirmación tenga asidero en la realidad, y 
algún día la persona que hoy nos rechaza caiga en cuenta, se arrepienta 
sinceramente y haga un reconocimiento público del viejo amor perdido.  Pero el 
problema es de tiempo, es decir, ¿cuándo? 

He conocido gente que se demora años en descubrir el afecto, pero ya es 
tarde (recordemos al mayordomo de Lo que queda del día, personificado en el 
cine por Anthony Hopkins).  Más de un solterón o solterona, en el silencio de la 
más profunda orfandad afectiva, maldice el haberse jugado la vida a una sola 
carta, a un sueño interminable que se convirtió en plantón.  

¿Cuánto hay que esperar? ¿Semanas, meses, años?  ¿Se justifica la 
demora?  ¿No es mejor oxigenar la vida con alguien que no necesite retiros 
espirituales y ausencias lejanas para reconocer que somos queribles?  A pesar 
de que el sentido común sostiene que las cosas hay que perderlas para 
valorarlas, desde mi punto de vista y refiriéndome exclusivamente a una 
cuestión de respetabilidad personal, el solo hecho de que tengan que 
“perderme” para “valorarme” es ofensivo, además de fastidioso. 

Si eres una de esas personas que están esperando la evaluación, a ver si 
pasaste el examen como pareja, recuerda que no eres un objeto de compra-
venta.  El evalúo afectivo siempre es insultante.  Empero, si lo anterior no te ha 
convencido, quizá las estadísticas logren despabilarte: los que dudaron 
afectivamente una vez, vuelven a dudar.  Puede haber más exámenes.  Es 
mejor no vivir en ascuas.  Si no te aman hoy, no te aman.  

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