viernes, 3 de julio de 2020

Walter Riso

Por último, existe una forma truculenta de mantener indignamente a la 
pareja: compartir la persona amada con otra. La canción de Pablo Milanés, 
“El breve espacio en que no estás”, muestra esta faceta del apego en plena 
efervescencia: “La prefiero compartida, antes que vaciar mi vida”. Desastroso y 
lamentable. La mayoría de los adictos afectivos cuya pareja es infiel, terminan 
por aceptar resignadamente el hecho. Conozco a un hombre con un desorden 
de la personalidad por dependencia, que lleva tres años esperando a que su 
mujer deje al amante. Ella lo tiene al tanto de todo y él agradece la honestidad. 
Recientemente se fueron los tres a una finca a pasar el fin de semana. Cuando 
el señor me preguntó qué hacer, me vi tentado de ofrecerle la típica solución 
siciliana (morderse la falange del dedo índice, levantarla del trasero y sacarla 
por la ventana), pero opté por un consejo más profesional: “Usted no se está 
respetando a usted mismo… Si a su mujer le interesa realmente su bienestar, 
no lo sometería a esta tortura… Ella ya hubiese tomada una decisión… Sin 
darse cuenta, usted se ha vuelto cómplice porque está renunciando a sus 
principios y a su honra… ¿Tiene sentido todo este dolor y esta angustia?... 
Mientras no pierda el miedo a la soledad, siempre será una prolongación de su 
mujer… Déjela, aléjese… Venza su adicción y será un hombre libre…” 
Después de unos meses logró escabullirse del calvario, pero con la 
dependencia a cuestas. Una ex novia, recién separada, más pudorosa y 
querida, hizo su aparición y lo rescató. Un clavo sacó a otro. 

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