domingo, 13 de diciembre de 2020

Mario Alonso Puig

Si el agua está turbia, no podemos ver el fondo, y si el agua no estuviera turbia sino que fuera absolutamente cristalina, ¿por qué no vemos el fondo? Pues a lo mejor no lo vemos porque esa agua está agitada. Vamos a suponer que conseguimos que esa agua se serene, que esa agua se tranquilice, entonces podemos ver el fondo que puede tener una gran profundidad, ¿verdad? ¿Qué hay en el fondo? En el fondo puede haber grandes tesoros, ¿no? Me permito recordar que algunos de los mejores tratamientos oncológicos que hay en la actualidad se han obtenido de esponjas marinas, hay grandes tesoros, grandes oportunidades, y también podemos ver cosas que no tendrían que estar ahí, plásticos, basura en el fondo del mar que está haciendo daño a la naturaleza, ¿correcto? Eso es lo que hace el mindfulness. Nuestra mente está agitada y, como está agitada, no vemos nuestro potencial ni tampoco vemos aquello que nos está lastrando. Cuando conseguimos que esa agua, esa mente se serene, empezamos a ver cosas en nosotros y a experimentar sensaciones y a experimentar, realmente, descubrimientos, revelaciones, en el sentido de cosas que estaban veladas y se ven que tienen un poder transformador en la vida, y también empiezas a ver aquellas cosas que no habías visto de ti y que realmente te están haciendo la vida difícil, y, a veces, para poder limpiar un poco el agua, hay que descubrir dónde está la suciedad. Esto es lo que permite el mindfulness, el mindfulness es un ejercicio puro de la atención para serenar esa mente que, por razones que todavía no conocemos, está agitada, y como está agitada, no podemos reconectar con nuestro potencial oculto ni sabemos por qué tantas cosas que son pequeñas nos alteran de una manera tan grande. El mindfulness ya está descrito en la literatura india desde el Bhagavad-Gita de hace tres mil quinientos años, cuando el krishna le dice al príncipe Arjuna: «La mente es difícil de manejar como el viento», y cuando cerca del Nepal, el príncipe Gautama Siddhartha Shakyamuni Buddha, el primer buda, el primer despierto, según el lenguaje sánscrito, descubre que el dolor es parte de la vida, pero el sufrimiento lo genera este movimiento de la mente y que la forma de combatir ese sufrimiento es estabilizar la atención alejándola de esa narrativa, de esa rumiación constante, de ese ruido que nos impide reconectar con lo que somos. ¿La evidencia científica? Pues mira, la evidencia científica es aplastante, aplastante tanto en la neurociencia contemplativa, que es la que se dedica a estudiar el efecto en el cerebro de los Taos meditativos, como en la fisiología cardiaca, como en la endocrinología, en la neurología. Es que, fíjate, detrás de muchísimas enfermedades, por no decir de todas, hay un factor que puede pesar más o menos y que es la ansiedad. La ansiedad es generada por el ruido mental. La Universidad de Harvard es pionera en el mundo estudiando esto, entre el sesenta y el noventa por ciento de las consultas a médicos generales tienen como uno de los factores clave emociones perturbadoras, vivir en la ansiedad, vivir en la desesperanza, todas estas cosas. Entonces, eso es lo que hace el mindfulness. A nivel de cerebro, pues, por ejemplo, a nivel de cerebro, una cosa que hace es reducir el volumen de la amígdala. La amígdala, que no son estas, está en el cerebro. La amígdala es un núcleo que contiene grupos de neuronas muy relacionadas con el miedo y con la ira. Se ha podido observar con resonancia funcional magnética, que es una técnica de imagen para ver las partes más activas, una reducción en el volumen de la amígdala, es decir, la persona que practica este ejercicio de atención plena es menos propensa a vivir en miedo y en ira. Imaginemos lo que es esto para la humanidad. En segundo lugar, se ha visto un aumento del tamaño de la corteza prefrontal del lado izquierdo que es muy importante porque tiene un impacto en el sistema de defensa del cuerpo, el sistema inmune. Otra cosas que se ha visto es que un sistema que se llama red neuronal por defecto, que es la que hace que estemos distraídos, empieza a amortiguarse, y otra red, que se llama red ejecutiva central es mucho más activa. Es decir, favorece a que te des más cuenta de lo que pasa. Esto es importante, por ejemplo, para reducir la incidencia de accidentes. Se han observado, por ejemplo, cambios en el sistema de defensa, en el sistema inmune. Gente que ha practicado mindfulness sin tener experiencia previa en absoluto durante cinco días a la semana, a lo largo de dos meses, veinte minutos cada día, han tenido aumentos entre el doce y el veinte por ciento del sistema inmune. Alguien dirá: «Eso no es mucho», que te suban el sueldo un doce o un veinte por ciento, verás lo contento que te pones. Claro, una subida de un doce por ciento o un veinte por ciento del sistema inmune es que no te cojas una gripe, o que no te cojas un catarro, o si estás lidiando con un tumor, que tu cuerpo sea mucho más agresivo, mejoras en el tubo digestivo, te voy a contar una cosa que es alucinante, a mí me lo parece. El tubo digestivo controla el ochenta por ciento del sistema de defensa del cuerpo, está ahí, el tubo digestivo constituye otro cerebro complejísimo, con quinientos millones de neuronas. Cuando una persona está supertensa, cuando una persona está llena de ansiedad, empieza a producirse el paso de sustancias feas, quiero decir nocivas, desde el alud del intestino, del intestino delgado y, a veces, del colon, a la sangre y pueden dar lugar a procesos inflamatorios generalizados que ya se están empezando a relacionar como uno de los factores, uno solo, que podría tener su conexión con el Alzheimer, por ejemplo, hace más difícil el control de la glucosa, es alucinante, entonces, como el mundo emocional perturbado por una mente agitada acaba afectando todo el cuerpo. Hay estudios, por ejemplo, la aplicación de mindfulness a personas que están diagnosticadas de esclerosis múltiple, que es una enfermedad degenerativa del sistema nervioso, y se reduce la aparición de brotes, evoluciona por brotes, son menos intensos… Se está aplicando a un montón de cosas, es decir, y además por centros tremendamente serios donde la investigación no es cuestionable ni andan buscando especiales resultados, si no que están muy bien controlados. Lo que pasa que esto que tiene tres mil quinientos años de antigüedad solo le hemos dado una credibilidad cuando una serie de científicos se ha decidido a estudiar qué ocurre en el cerebro y en el cuerpo cuando una persona entra en estos estados de enfocarse en el aquí y en el ahora, y también nos ha ayudado a darnos cuenta de la jaula de grillos que tenemos en la cabeza y que es una cosa difícil de creer, que te pasa una cosa que te disgusta por la mañana y te está rumiando hasta la noche, parece que somos vacas, y que el simple hecho de parar eso hace que el organismo, que tiene una capacidad natural de recuperación, pueda recuperarse. No hay nada mágico aquí, bueno, sí hay mágico, que la vida es mágica. Eso es lo que hay de mágico, pero, a veces, estos diálogos que tenemos bloquean la magia, no porque no la anulen, sino porque no la dejan florecer.

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