viernes, 5 de junio de 2020
Joseph Campbell
La primera pregunta que se me hacía era siempre “¿Qué es un mito?”. Es un buen comienzo para una conversación inteligente. En una ciudad, empero, fue a una estación de radio para hacer un programa de media hora en vivo donde el entrevistador era un hombre joven y apuesto que me advirtió de inmediato: -Soy duro, se lo digo directamente. He estudiado leyes. Se encendió la luz roja y el joven comenzó, en tono de controversia: -La palabra “mito” significa “mentira”. El mito es una mentira. De modo que respondí con mi definición del mito: -No, el mito no es una mentira. Una mitología completa es una organización de imágenes simbólicas y relatos, metáfora de las posibilidades de la experiencia humana y la consumación de una cultura dada en un momento dado. -Es una mentira –contraatacó. -Es una metáfora. -Es una mentira. Esto siguió durante unos veinte minutos. Unos cuatro o cinco minutos antes del final del programa, comprendí que este entrevistador en realidad no sabía lo que era una metáfora. Decidí tratarlo como él me estaba tratando a mí. No –le dije-, le repito que es una metáfora. Déme un ejemplo de metáfora. -Déme usted un ejemplo –respondió. -No –me resistí- esta vez soy yo el que hace la pregunta. –No en vano llevaba treinta años dando clases- Y quiero que usted me dé un ejemplo de metáfora. El entrevistador quedó por completo desconcertado, y llegó a decir. -Podríamos llamar a algún profesor. –Al fin, cuando quedaba algo así como un minuto y medio de programa, se puso a la altura de las circunstancias y dijo: -Lo intentaré. Mi amigo John corre muy rápido. La gente dice que corre como un jaguar. Eso es una metáfora. Mientras corrían los últimos segundos de la entrevista, respondí: -Eso no es una metáfora. La metáfora sería: John es un jaguar. -Eso es una mentira –respondió. -No –dije-. Eso es una metáfora. Y el programa terminó. ¿Qué sugiere este incidente sobre nuestra comprensión compartida de la metáfora? Me hizo pensar que la mitad de los habitantes del mundo piensan que las metáforas de nuestras tradiciones religiosas, por ejemplo, son hechos. Y la otra mitad afirma que no son hechos. Como resultado, tenemos gente que se considera creyente porque acepta las metáforas como hechos, y tenemos otros que dicen ser ateos porque piensan que las metáforas religiosas son mentiras.
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