lunes, 8 de junio de 2020

André Breton

André Breton: Querida imaginación, lo que amo sobre todo en ti es ...

Tanto va la fe a la vida, a lo que en la vida hay de más precario — me refiero a la vida real — , que finalmente esa fe se pierde. El hombre, soñador impenitente, cada día más descontento de su suerte, da vueltas fatigosamente alrededor de los objetos que se ha visto obligado a usar, y que le han proporcionado su indolencia o su esfuerzo; casi siempre su esfuerzo, ya que se ha resignado a trabajar, o, por lo menos, no se ha negado a tentar su suerte (ilo que él llama su suerte!). Una gran modestia constituye actualmente su patrimonio: sabe cuáles son las mujeres que ha poseído y en qué ridículas aventuras se ha enredado; tanto su fortuna como su pobreza le son indiferentes — pareciéndose en esto a un niño recién nacido —, y en cuanto a la aprobación de su conciencia moral, admito que prescinde de ella sin gran esfuerzo. Si conserva cierta lucidez no le queda sino volverse para mirar atrás, hacia su propia infancia que, por mutilada que haya sido gracias a los cuidados de sus domadores, no por eso deja de parecerle llena de encantos. En ella, la carencia de cualquier rigor conocido le otorga la perspectiva de vivir varias vidas simultáneas; se arraiga en esta ilusión y sólo quiere saber de la facilidad instantánea y extrema de todas las cosas.

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