viernes, 26 de junio de 2020

Alex Rovira

Alex Rovira | Frases de felicidad, Pensamientos, Frases ...
Viniendo hacia aquí pensaba en esa frase de Goethe que dice: «Trata a un ser humano como es, y seguirá siendo lo que es. Pero trátalo como puede llegar a ser, y se convertirá en lo que está llamado a ser».
Yo creo que la educación tiene mucho que ver con el corazón, también, profundamente. No somos conscientes, porque no nos lo han contado, de cómo nuestra mirada condiciona necesariamente la calidad del vínculo con el otro, pero no solo el vínculo, sino las posibilidades de realización, no solo de todo ser humano, sino de toda forma de vida. En psicología se le llama a esta mirada «la mirada apreciativa». Intentad recordar aquellas maestras y maestros, y no tienen por qué ser solo los de la escuela, sino yo pienso, por ejemplo, siempre en mi abuela materna. Intentad traer a la memoria a aquellas personas que os causaron una profunda influencia positiva en vuestra existencia, que de alguna manera os dieron alas, que de alguna manera eran un lugar seguro en un entorno en el que quizás, por los motivos que fueran, no había tanta serenidad, tranquilidad o seguridad. Si pensamos invariablemente en esas personas que nos dieron alas, que nos dieron confianza, nos daremos cuenta que surge ese milagro de la mirada apreciativa. Una mirada que, a veces, no necesita palabras. No somos conscientes de la importancia de trenzar dos grandes universos, el de la educación y el de la formación. Hay personas que han tenido acceso a una muy buena formación pero que son maleducadas, porque no tienen corazón. Y hay personas que no tuvieron el privilegio del acceso a una buena formación, pero que son extraordinariamente bien educadas. Creo que en la escuela nos deben formar y deben complementar la educación que se da en los hogares, y creo que en los hogares debemos crear las circunstancias para que la educación florezca y complementar la formación que se da en las escuelas. Y en ambos contextos, tanto maestras y maestros, como madres y padres o los que hagan la función materno y parental, debe haber esa mirada apreciativa que de alas. Yo observé una vez en un partido de futbol de mi hijo, cuando jugaba al futbol, que uno de sus amigos, al cual cambiaré el nombre, era el pichichi, hizo el cambio prematuramente, era un niño que con doce años parecía un hombre de diecisiete y era muy fuerte físicamente y era el mayor realizador, corriendo nadie llegaba a su velocidad, era un gran sprinter además, pero invariablemente, en cada partido, se caía y salía dañado, en cada partido. No había ningún partido que lo acabara y pudiera salir sin ningún tipo de revolcón. Y pensaba: «Aquí hay un hechizo, hay algo raro». Este niño, le llamaremos Rubén, su nombre no era Rubén, siempre se cae, y un día descubrí el hechizo. Su padre, antes del partido, en la segunda parte, cuando el entraba, para animarle, le dijo: «Venga, Rubén, vuélvete a caer, torpón», y a los pocos minutos se cayó. Entonces, yo, como mi hijo era muy amigo de Rubén, le pedí a este señor que fuéramos a tomar algo juntos, en el mismo partido, en el bar del campo del pueblo en el que estábamos. Y le dije: «¿Sabes por qué creo que se cae tu hijo? Y no te lo digo, no te lo expreso como una crítica, sino que te voy a decir algo porque quiero mucho a este niño y creo que es importante que tomemos conciencia de que cada vez que juega sale sangrando». Y me decía: «Se cae porque es torpe», y le dije: «No, no se cae porque sea torpe, se cae porque te ama, y tú le dices: “Sé un sapo”, como hacen los cuentos de hadas, y se convierte en sapo. No le digas que se caiga», y dice: «No, si es que para motivarme a mí mi padre me decía eso. Se concentraba en lo negativo», digo: «Bueno, es un estilo. Probemos otro estilo. Dile: “Hijo, sal, corre y disfruta, marca muchos goles y no hace falta que te caigas. Si te caes yo te curaré, pero no hace falta que te caigas”». Le estuve explicando en qué consistía la mirada apreciativa, el efecto Pigmalión, le cité la frase de Goethe, y palabra de honor que Rubén no se volvió a caer. Nuestra mirada, y cuando digo mirada, debería decir nuestra postura existencial, nuestra manera de estar en el mundo, manifiesta nuestro sistema de creencias, lo que creo sobre mí, lo que creo sobre ti, lo que creo sobre la vida. Imaginad que fuéramos capaces de hacer una mirada apreciativa sin prejuicios, que fuéramos capaces de concentrarnos en las bondades y en las virtudes sin perder el pensamiento crítico, por supuesto. Si nos pudiéramos liberar de falsas creencias sobre nosotros mismos, de prejuicios sobre el otro y de proyecciones, que es lo que el otro piensa que yo pienso sobre él, estaríamos mucho más cerca de algo fundamental, que es la realidad. Y, al final, para que un… Yo creo que nacemos mujeres y hombres, pero devenimos humanos. La humanización es una conquista, y en esa humanización tienen que trenzarse tres principios: principio del placer, principio del deber y principio de realidad. Cuando somos capaces de trenzar estos tres principios, el deber, el compromiso, el placer, la alegría y la realidad, darnos cuenta de lo que es, tenemos mucha más capacidad de transformación individual y colectiva. Si a eso, además, le añadimos una mirada apreciativa, potenciamos esos tres principios y podemos conseguir mucho más en lo individual y en lo colectivo, y sobre eso vamos a hablar y sobre eso vamos a compartir. Y Rubén no se cayó, y cuántas personas no se caerían si hubiera alguien que les dijera: «Eres extraordinaria o eres extraordinario, puedes hacerlo, cuenta conmigo», porque al final no prediques, tus hijos te están mirando.

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