Tú crees en el ron del café, en los presagios,
y crees en el juego; yo no creo más que en tus ojos azulados. Tú crees en los cuentos de hadas, en los días nefastos y en los sueños; yo creo solamente en tus bellas mentiras. Tú crees en un vago y quimérico Dios, o en un santo especial, y, para curar males, en alguna oración. Mas yo creo en las horas azules y rosadas que tú a mí me procuras y en voluptuosidades de hermosas noches blancas.
Y tan profunda es mi fe
y tanto eres para mí, que en todo lo que yo creo solo vivo para ti. |
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